En la actualidad no podemos concebir la actividad cinegética si no va de la mano de una gestión adecuada del medio y de las poblaciones objeto de aprovechamiento. En este sentido, uno de los puntos de partida fundamentales no es otro que el conocimiento del número de animales que componen las poblaciones objeto de ese aprovechamiento.
Se han descrito muchas técnicas de muestreo y censo para lograr conocer estos datos, adaptadas cada una de ellas a la especie a la que va destinada y, por ende, a los patrones comportamentales que determinan la posibilidad de censado. Entre estas técnicas contamos con métodos de cesado directos, a través de avistamientos en puntos fijos, realización de transectos o indirectos mediante conteo de excrementos, señales y huellas.
En el caso del conejo de monte, es especialmente importante aproximarnos al conocimiento del tamaño de las poblaciones, ya que se trata de una especie destacada, no solo desde un punto de vista cinegético, sino también por el papel que juega en la conservación de especies amenazadas. Debido a las características propias de la especie, sus hábitos crepusculares y nocturnos, su permanencia bajo tierra buena parte del día y sus estrategias antipredatorias que hacen que se mantenga siempre alerta, las dificultades para su censado son notables.
En un trabajo realizado por Carlos Díez y colaboradores desde la Universidad de León se analizó la actividad del conejo de monte (lo que también conocemos como biorritmos) durante otoño e invierno, momento de máxima presión cinegética sobre la especie.
Se analizó la actividad de dos poblaciones de conejo de monte mantenidas en condiciones de semilibertad en cercados de 5000 m2. Se observó una actividad eminentemente crepuscular y nocturna, con ausencia casi total de actividad durante las horas centrales del día, principalmente entre las 12:00 h y las 16:00 h, para luego ir incrementando la actividad hasta alcanzar dos picos máximos a las 19:00 h y a las 7:00 h.
Por otro lado, la actividad fue cambiando gradualmente en función de la hora de salida y puesta del sol, aunque no se observaron diferencias entre sexos, pero si un patrón paralelo de actividad ligeramente favorable a los machos, es decir, los machos estaban más activos.
Por último destacar que se observo un incremento en la actividad entre el mes de septiembre y el mes de diciembre para luego descender hacia el mes de febrero y volver a incrementar en el mes de marzo, probablemente asociado al comienzo de una nueva temporada reproductiva.
¿Qué conclusiones sacamos?
Las mejores horas para realizar censos serán al amanecer y al atardecer, adaptando éstos censos a las horas de salida y puesta de sol. Siempre existirá una tendencia hacia un mayor censado de machos, aunque no de forma significativa.
Por otra parte la actividad reproductiva favorecerá el conteo de las poblaciones de conejo de monte, pero también la facilidad para su caza, provocando un mayor perjuicio para sus poblaciones, al ser más fácil abatir ejemplares adultos en celo, de modo que es esencial adaptar los periodos hábiles de caza a la reproducción de la especie para favorecer la sostenibilidad de sus poblaciones.
Referencia del trabajo
DÍEZ, C., PERÉZ, J.A., PRIETO, R., ALONSO, M.E., OLMEDO, J.A. “Activity patterns of wild rabbit (Oryctolagus cuniculus, L. 1758), under semi freedom conditions during autumn and winter”. Wildl. Biol. Pract. 2005. Nº 1 (1), p. 41-46.
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