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Un propósito para el año nuevo

28 December 2012

Hace pocos días conocíamos los datos de una de las estadísticas de caza más objetivas y reales que se pueden obtener, la evolución del número de licencias de caza en los últimos años, en este caso en Castilla y León, pero que bien podría ser el reflejo de casi todo el territorio español.

La Junta de Castilla y León señalaba en esta estadística que en 2002 se tramitaron más de 140.000 licencias en esta Comunidad, mientras que en el pasado año apenas llegaron a 120.000, lo que supone una reducción en esta década de más de un 14% en el número de cazadores.

Si analizamos los datos por Provincias, a pesar de que en todas se muestra una tendencia claramente decreciente, destacan algunas como Burgos o Segovia con descensos de más del 60 y del 50% respectivamente en el número de cazadores.

En cuanto a las modalidades de caza, la caza con galgos fue la que presentó una disminución más acusada con una pérdida de casi un 40%, mientras que en la caza con armas de fuego el número bajó en casi un 13%.

Ante esta situación tendríamos que pararnos a reflexionar y hacernos, al menos, dos preguntas fundamentales, ¿por qué está sucediendo este descenso? y otra, quizás más importante, ¿qué repercusiones tendrá a medio plazo esta drástica reducción en el número de cazadores en nuestro país?

De la primera ya hemos hablado largo y tendido en otros artículos de nuestra web, la crisis económica, social y de valores que estamos sufriendo en los últimos tiempos puede que tenga mucho que ver, como también lo tiene la decadencia de muchas de nuestras especies estrella, como la perdiz roja. También pesa sobremanera en los jóvenes la mala imagen que tiene el sector en una parte de nuestra sociedad, muchas veces auspiciada por noticias generadas por unos pocos escopeteros, envenenadores o miembros de sillón de Órganos que dicen representar a los cazadores, que poco ayudan a que esta situación cambie.

A la segunda pregunta no deberíamos ser solo los cazadores los que intentáramos dar respuesta, sino también las administraciones públicas y la sociedad en general que no está valorando adecuadamente una actividad milenaria que, de reducirse hasta límites insostenibles o llegar a desaparecer, no haría sino traer importantes inconvenientes desde diferentes puntos de vista. Se incrementarían los daños descontrolados a la agricultura o a la ganadería por especies cinegéticas, también lo harían los accidentes de tráfico con especies cinegéticas, y se produciría inevitablemente un desequilibrio en muchos ecosistemas con el consiguiente riesgo para numerosas especies protegidas, tanto animales como vegetales. No debemos olvidar tampoco la perdida de multitud de puestos de trabajo, directos e indirectos, que se generan en torno a la actividad cinegética y su repercusión económica en el ya muy maltrecho medio rural.

Ante esta situación es importante comenzar a trabajar ya, cada uno en su parcela, dentro de sus posibilidades, que todos tenemos y podemos utilizar, por el bien de nuestros hijos y nietos, de nuestra economía, del medio ambiente y del mundo rural.

Si cazamos con cabeza y respeto, si cuidamos el entorno en el que lo hacemos, si no generamos noticias desagradables, ni nosotros ni los que nos representan y somos capaces de transmitir a la sociedad en la que vivimos esos valores que siempre han ido ligados a la actividad cinegética, sin duda tendremos mucho camino andado.

Ojalá que este sea uno de nuestros propósitos para el próximo 2013. ¡Feliz Año Nuevo!

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