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Tiempos difíciles, decisiones valientes

24 October 2011

El verano no acaba de irse y el campo está seco a pesar de que están llegando las primeras lluvias. Aunque las órdenes de veda ya permiten la caza y todos tenemos muchas ganas, se mire por donde se mire las condiciones no son las adecuadas y en muchos cotos se debería retrasar la apertura.

Estas decisiones que cazadores y gestores toman bajo condiciones excepcionales no son siempre del agrado de todos y, en más de una junta general o asamblea, se suelen escuchar voces discordantes que tensan más la situación.

La decisión de atrasar la apertura de la caza o anticipar su cierre es uno de los puntos que más polémica genera en los cotos de caza, especialmente en aquellos integrados por muchos socios y que carecen de guarda o gestor cinegético privado. Sin embargo, esta opción debiera de ser aceptada como los “días de gracia” que se recogen en la ley, días en los que por las inclemencias climatológicas no se puede cazar.

¿Cómo afecta la sequía a la caza?

Aunque son muchas las especies de caza y numerosas las diferencias entre sí, podemos afirmar que un estado de sequía prolongada y a su vez temperatura benigna, pueden mermar el estado corporal de los animales, dado que el agua es el constituyente principal de los seres vivos y sin agua es difícil cumplir con las funciones vitales. Dicho de otra manera, un animal sediento no es apto para el lance cinegético.
En segundo lugar, la búsqueda de agua puede aumentar el riesgo de predación, como sucede en la caza menor. Pese a que los animales aprovechan el agua de rocío y la humedad de los alimentos, si hay que realizar grandes desplazamientos se incrementa la posibilidad de “morir en el intento”.

¿Cómo saber que hay que retrasar la fecha de apertura por sequía?

Aunque esta es una tarea complicada y cada coto suele presentar una situación distinta, el gestor debe fijarse principalmente en el agua disponible y el uso que los animales hacen de ella. Si en un coto los arroyos siguen secos, las charcas no tienen agua y los animales siguen utilizando los bebederos artificiales, habrá que plantearse no abrir. Otra situación puede darse en fincas con regadío o con agua abundante que no dependa de las precipitaciones, en los que esta medida tal vez no sea necesaria. En todo caso, incluso cuando exista agua disponible, las temperaturas elevadas no son favorables para que los animales puedan huir frente a predadores y escopetas.
Hay que destacar que algunos acotados disponen de estaciones meteorológicas que les permiten seguir la climatología de forma precisa minuto a minuto y cámaras de fototrampeo que les ayudan a entender el comportamiento de la fauna.
Y si finalmente hay que cerrar, ¿cómo plantearlo?

Retrasar la apertura de la caza debe de interpretarse como un acto de conservación no sólo de las especies cinegéticas sino de toda la fauna silvestre que comparte ecosistema con la caza. Es, por tanto, una responsabilidad que el gestor propone y el cazador aprueba de forma responsable, ya que así se asegura un disfrute del campo, aunque sea posterior a la fecha prevista.

Desde Ciencia y Caza felicitamos a todas las sociedades de cazadores y cotos de caza que están tomando estas decisiones, tal vez impopulares e incomprendidas, pero valientes y responsables.


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