Este año, según está el precio de la paja, las cosechadoras se están empleando a fondo para que no quede rastro de las rastrojeras (valga la redundancia), uno de los hechos que explican la falta de codornices en la mayor parte de nuestros cotos desde hace años.
La codorniz era, antaño, una especie cinegética fundamental y miles de cazadores disfrutaban de su caza con perro de muestra, siendo incluso para muchos aficionados "lo mejor a lo largo del año". Pero según han ido pasando los años y la maquinaria agrícola ha ido también progresando, las rastrojeras de antes son ya casi una anécdota en nuestros cotos.
La desaparición de las rastrojeras no es un problema sólo para las codornices, sino para un sinfín de fauna que habita las zonas cerealistas, lo que se conoce técnicamente como "pseudoestepa agrícola". Imaginemos toda la fauna silvestre, destacando aves y mamíferos, que se quedan sin "casa" porque no hay paja o la paja no da para mucho. Otro asunto distinto sería el impacto de la maquinaria durante la cosecha, que estaría "empaquetando" miles de animales y nidos.
El hecho de que la cosechadora apure más o menos dependerá de la bonanza de lluvias y el precio de la paja, pero también puede depender de los encargados de gestionar la caza en los cotos y su "habilidad" para comprar rastrojeras. No es fácil; ni siquiera la PAC ha logrado promover la existencia de rastrojeras de invierno para que la caza se refugie hasta bien entrado el invierno.
El asunto, como siempre, es económico. Habrá que compensar de alguna manera al agricultor para que en vez de meter el corte "a ras", éste supere los 20 cm y la realización los fardos o paquetes de paja se retrasen al máximo. Complicado, pero no imposible.
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